Desde hace medio siglo, los días de Ángel Fabart Borlot se desarrollan en las termoeléctricas cubanas, principalmente en la Antonio Maceo (Renté).

«Comencé como ayudante, luego Mecánico C, B hasta llegar a Jefe de Brigada, además de cursar estudios universitarios, en los que me gradué como Ingeniero Mecánico». Ha consagrado vida a la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas (EMCE), que ya cumplió 50 años.
Fabart Borlot integra el colectivo de la unidad empresarial de base (UEB) de la EMCE en Santiago de Cuba, encargada de reparar, reconstruir y modernizar los equipos principales (calderas, turbinas, motores, transformadores) de las centrales eléctricas del país, así como asegurar la recuperación de máquinas, partes y piezas, restableciendo su capacidad operativa.
Perteneciente a la Unión Eléctrica (UNE), incluye en su cartera la prestación de variados servicios, no solo a sus organizaciones empresariales, sino a todas aquellas entidades cubanas y extranjeras que utilicen equipos productores de energía.
POR LA VITALIDAD DE LAS CENTRALES ELÉCTRICAS
A la Central Termoeléctrica (CTE) Renté «la cuidamos como a la niña de los ojos; cuando se desconecta el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) se multiplica el esfuerzo; da mucha satisfacción cuando vemos el resultado de lo que hacemos», manifestó el experimentado ingeniero.
«He estado en diferentes puestos: reverbería, soldadura, generador y en la turbina. Para mí, lo que hago es muy importante, es el sostén de mi vida. El pasado 19 de agosto cumplí 50 jornadas trabajando 12 horas sin descansar ni un día, debido al compromiso que tengo con este centro y con mi país», aseguró.
Minutos antes, el ingeniero Bernardo Castro, especialista en Mantenimiento Industrial, condujo a Granma hasta unos 20 metros sobre el nivel del suelo, donde los motores hacen vibrar el piso y el colectivo está centrado en solucionar los problemas.
Es así que especialistas, técnicos y obreros de la Base Central de Reparaciones adecuaron sus turnos de trabajo para laborar en jornadas de 12 horas; desde entonces, casi no hay descanso, a fin de garantizar la vitalidad día y noche de los talleres; algo que también sucede en otras CTE del país.
Pululan términos que solo ellos conocen y dominan –rotores, excitatrices, chumaceras y mantenimientos planificados–, también es cotidiano el anonimato, «pocos saben y entienden lo que implica reparar unidades con tantos años de explotación; incluso, hay criterios que tratan de disminuir la eficiencia de lo que hacemos», aseveró un joven trabajador.
Bien vale la pena correr el riesgo y desandar por esos lares, en los que el peligro acecha en cualquier lugar, por la complejidad de la labor. Con el obligatorio casco realizamos el periplo entre laberintos, y en un pestañazo nos encontramos entre inmensos motores, herramientas…, allí laboraban mezclando experiencia y juventud.
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Alberto Bartelemí García lleva dos años como mecánico. «He ampliado los conocimientos que me impartieron en el politécnico y he aprendido otras cosas en la práctica que me permiten seguir adiestrándome, para cada día superarme y adquirir habilidades. Agradezco la experiencia que nos transmiten los veteranos en estos oficios. Si se da una situación aquí dejo lo que estoy haciendo, aunque esté de descanso, y me presento; esa es la disciplina que nos inculcan. Cuando el deber llama; aquí estamos».
Similar tiempo ha trascurrido desde que Norberto Gelis Infante, puso sus pies en la EMCE, «por la caldera como ayudante de reverbería, después en la turbina como ayudante electromecánico. Aunque soy graduado en la especialidad de electricidad, estas tareas tienen similitud. La experiencia ha sido buena, siento que he aprendido muchísimas cosas con respecto a la mecánica, el uso de los medios de protección, la seguridad. Deseo continuar superándome y llegar a ser universitario. Nuestra historia demuestra que sí se puede».
De igual manera, Katia Castellanos Arencibia, ingeniera en procesos agroindustriales, es la jefa de Recursos Humanos, «entré como técnica y hace un año estoy en esta función. Al principio fue difícil desarrollarme entre tantos hombres, yo traía otro modo de hacer las cosas y no lo entendían, llegaron a ponerme un mote. Me decían “la Ley”. Hoy todo es diferente, cualquier cosa que van a realizar en cuanto a Recursos Humanos me lo comunican y lo colegiamos, y tenemos las mejores relaciones».
Cada chimenea «lanzando sus bocanadas de humo te dice cómo está la generación; si dejas de ver una cortina no es buena la señal, y te solidarizas con tus compañeros, te sientes uno más de esos trabajadores que se mantienen a pie de obra haciendo enormes sacrificios sin pensar en agotamientos ni horarios», resaltó Castellanos Arencibia.
No queda duda de que ese colectivo hace mucho con poco, se crece ante las dificultades, y han convertido a la EMCE en su segunda casa. Los forasteros, como este equipo de prensa, advierten que no es solo una Empresa, en esa armazón que huele a hierro, se entretejen historias de altruismo, se realizan heroicidades; porque mantener el SEN es una obra de crecimiento.
(Tomado de Granma)