Aunque quizás la rutina nos impide percibirlo, la ciudad nos abraza, día tras día. La vida pulsa en cada una de sus calles, en cada rincón en el que dejamos la huella de nuestro paso.
Esta ciudad, la nuestra, es un espacio lleno de historia, cultura y amor; pero, ante todo, es su gente, que sueña y construye en ella.
Bienaventurado sea este refugio de portales corridos y arquitectura ecléctica, que convida a reinventarnos a diario.











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