
Unos le han llamado “cuerdas de oro”; otros, “el gran olvidado de la música cubana”. Hoy, cuando han pasado 27 años de su partida, es indiscutible su lugar entre los treseros más reconocidos del país, a pesar de que no sean suficientes las iniciativas para mantener vivo su legado.
Hablamos de Niño Rivera, padre de la armonía en el tres y creador de un nuevo estilo dentro del movimiento feeling, entre otros méritos. La vida y obra de este músico casi empírico, que revolucionó nuestros ritmos, están cargadas de aspectos interesantes, investigados por la musicóloga Doris Céspedes Lobo.
Gracias a la colaboración de la experta, confirmamos que el Niño Rivera nació en Pinar del Río el 18 de abril de 1919. Entonces recibió por nombre Andrés Perfecto Eleuterio Galdino Confesor Hechavarría Callava, bastante largo pero común para su época.
A pesar de su futura inclinación por los aspectos melódicos, El Niño inició su desempeño musical como bongosero del Septeto Caridad que dirigió Nicomedes Callava en la ciudad pinareña; un poco más tarde asumió la función de tresero en esa misma agrupación. La calidad de sus interpretaciones en tal septeto se impone a las dificultades por las que atravesaban los músicos de la época, propiciándole el salto a la capital que garantizaría su posterior incorporación a las agrupaciones de igual formato “Boloña” y “Bolero”, alternando con la actuación suplente en diversos grupos o como acompañante.
Según precisa Céspedes Lobo, El Niño dio muestras de su gran sentido rítmico al sostener el acompañamiento a otro tres o laúd con igual carácter melódico y un tratamiento acordal en correspondencia con la secuencia de la voz solista; es así como irrumpe en otros formatos sin excluir las “charangas con acordeón”, rara conformación instrumental muy usadas en las fiestas de campo.
Además de instrumentista, sus dotes musicales se expresan en el campo de la composición resaltando su son: El Jamaiquino, ampliamente difundido y el cha cha chá Cherivón, que interpretaba junto a canciones como Fiesta en el cielo y Eres mi felicidad.
En la década de 1940 -momento en que su nombre se había consolidado- Niño Rivera fundó su propio grupo musical, el cual dirigió hasta su muerte. Brilló como arreglista del legendario Conjunto Casino, Arcaño y sus Maravillas y la Orquesta Riverside. También trabajó para varios músicos en el extranjero.
Al decir de la investigadora, “desde su apego a las raíces, Niño Rivera logró llevar a un entorno mundial la música popular cubana, empleando para ello los lenguajes propios de las diversas expresiones, dotándola además con tratamientos novedosos que le ubican en el contexto de la contemporaneidad”.
Escribió un método para la enseñanza del tres en la década del 70, cuando este instrumento era desdeñado por la academia cubana y dejó inconcluso, aunque bastante avanzado, un concierto para tres y orquesta.
De mantener vivo su legado musical se ha ocupado el festival internacional de música “La Guarapachanga”, a partir de dedicatorias especiales en algunas ediciones y el espacio privilegiado siempre para el tres.