La medicina tradicional china poseía una visión cosmológica del cuerpo humano, donde el equilibrio entre las fuerzas opuestas del yin y el yang era esencial para la salud. Los órganos se asociaban a elementos naturales y se creía que el corazón, vinculado al fuego, era el centro del organismo y una réplica en miniatura del universo. Esta concepción filosófica, junto con la prohibición de realizar autopsias por considerar el cuerpo sagrado, moldeó por completo el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades durante siglos.

La falta de conocimiento anatómico propició creencias erróneas que se mantuvieron durante siglos, como la idea de que el número de cavidades cardíacas variaba según la nobleza o la inteligencia del individuo. Por otro lado, la demanda social también influyó en el desarrollo de procedimientos quirúrgicos, siendo la castración una de las intervenciones más conocidas, especialmente por la necesidad de eunucos para servir en la corte imperial. Curiosamente, existía la obligación de enterrar los testículos junto al eunuco cuando este fallecía, siguiendo el principio de la integridad del cuerpo sagrado.

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