
Próximos al cierre del curso escolar 2024-2025, en muchos hogares la palabra “estudio” es la protagonista. Alumnos de diferentes enseñanzas esperan por estos días los exámenes finales del ciclo lectivo, instrumentos que evalúan el nivel alcanzado por los educandos en las diferentes asignaturas.
La mayoría de ellos se esfuerza por obtener resultados satisfactorios. Es el momento de destinar más tiempo a los repasos y a la realización de ejercicios que ayuden al estudio individual. Pero, a la par, aumenta la tensión y el estrés, principalmente en quienes por primera vez se enfrentan a pruebas finales o aquellos que culminan un nivel educativo.
En estos casos, resulta esencial la preparación psicológica de los niños y las niñas en aras de evitar repulsión o rechazo ante los exámenes finales. El diálogo ameno, que exprese confianza y sobre todo, la importancia de esos ejercicios, tributarían a la seguridad en los examinados.
Por otra parte, corresponde a los docentes encargados de la elaboración de los cuestionarios precisar bien los objetivos, redactar las preguntas sin ambigüedades, no obviar el diagnóstico de sus alumnos y tampoco la calidad de las clases impartidas y el contexto que vivimos hoy, entre otros elementos decisores.
Un examen final evidencia lo aprendido y aprehendido por los alumnos como parte de su formación integral para la vida; así como la calidad del trabajo del claustro durante todo un curso. Mas, el apoyo de la familia también determina en gran medida el resultado final.
Si bien las circunstancias actuales complejizan el panorama, es posible salir airosos de cada prueba final, entre todos: alumnos, docentes y familiares.
Adolfo Ricardo Fernández Bernal
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