Las vicisitudes de El Corojo (XI)

La detención del coordinador provincial y dos capitanes jefes regionales del Movimiento 26 de Julio, por parte de la tropa del capitán Sosa Blanco, fue el primer gran descalabro que sufrió la tercera fase de la operación de El Corojo.

Las vicisitudes de El Corojo (XI).
Imagen de la época insurreccional. Felipe Oscar Quintana Ramos, Capitán Ñico, jefe de Acción de la región 1 del M-26-7. (Foto archivo del autor).

INTENSA BÚSQUEDA

Esto le bastó al jefe militar de la tiranía para sospechar que la expedición debía estar por la zona y desatar una intensa búsqueda, con más de 100 efectivos y el auxilio de una avioneta.

No tenía información exacta, porque no pudo doblegar la firmeza de los revolucionarios presos, los que no confesaron ni una sola palabra que revelara algún secreto, a pesar de las salvajes torturas y las amenazas de inminente muerte a las que estuvieron sometidos.

Tampoco había podido detectar al yate en la costa ni la ubicación en tierra del grupo expedicionario, aunque contaban con los informes de los espías de la embajada cubana en Ciudad de México e Islas Mujeres, el constante patrullaje aéreo y marítimo y las señas que con un pequeño espejo le hacía a la aeronave un traidor que venía infiltrado en el yate (1).

Pancho González, por su parte, no sabía de la visita de los tres dirigentes hechos prisioneros en el trayecto y menos aún del infortunio en que estaban sumidos. Por eso ese día en Lagunillas, mientras esperaba por los guías que no acababan de llegar, se puso a preparar un medio de transporte rural que le sirviera para trasladar la pesada carga de fusiles, proyectiles, explosivos, cañón antitanque y planta de radio. Este material bélico fue el que provisionalmente guardaron en una cuevita dentro de un pequeño naranjal, un lugar muy difícil de detectar (2).

CERCO CON MÁS DE CIEN SOLDADOS

Alrededor de las cinco de la tarde, Pancho y los demás expedicionarios se enteraron que el ejército había tendido un cerco con más de un centenar de soldados, pero con brechas que podían ayudar a burlarlo. Aprovecharon esta ventaja, teniendo en cuanta además que se acercaba la noche, para escapar del cinturón militar. En horas de la mañana llegaron a Pons, en las cercanías de Pica Pica, en la Cordillera de los Órganos, atravesando la carretera de Luis Lazo. No tuvieron tiempo ni condiciones para llevarse la carga de material de guerra que habían escondido.

En un escampado, en medio de un cayo de pinos, hicieron contacto con los rebeldes de Minas de Matahambre que por allí operaban, entre ellos Chito Carmona (3) a quien Pancho ordenó que con tres combatientes más explorase la zona de Lagunillas, para buscar información necesaria con vistas a organizar una acción para rescatar las armas que habían dejado ocultas.

Al llegar al lugar, la cuadrilla de rastreo fue sorprendida por el ejército y uno de sus integrantes, Pedro Rodríguez Sánchez, práctico y guía que marchaba delante, fue herido, no sin antes repeler el ataque con un revólver; fue después torturado y finalmente ahorcado. El resto de los exploradores lograron retirarse (4).

PARTE MILITAR CON INFORMACIÓN FALSA

Al día siguiente, el ejército publicó un parte oficial en la prensa nacional y provincial dando cuenta de un encuentro con el grupo expedicionario del yate El Corojo, con el resultado de cuatro muertos y la captura del cargamento de armas.

Esta información era totalmente falsa. No había tenido lugar ningún encuentro con el grupo expedicionario. El único muerto, lamentablemente, fue el asesinado compañero Pedro Rodríguez. Los otros nombres que aparecían en la información eran de Alberto Hernández Gibernau, Felipe Oscar Quintana y Miguel Martínez, que se mantenían presos en Guane.

La lista de armas dada a la publicidad era la copia del informe que Sosa Blanco le había ocupado, el día anterior, a Felipe Quintana. Como no lograron hacerlos confesar el escondite de las mismas, lo sometieron a él y a sus compañeros a intensos interrogatorios y salvajes torturas durante varios días.

Un despreciable confidente a sueldo o como se les decía popularmente, un “chivato” (5), es quien encuentra el lugar donde se había depositado el armamento y lo delata a las autoridades. Sin embargo, el ejército no tuvo tiempo de ocupar todas las armas allí escondidas.

Pedro García (Pedro Buldoza), se adelantó a los esbirros.  Pretextando acompañar al Dr.  Benito Cuervo, médico que atendía a los enfermos de la comarca, extrajo alrededor de 6 fusiles, entre 3000 y 6000 proyectiles calibre 38.06; la planta de radio y una pistola Star 38 (6).

El parte militar divulgado nacionalmente, no se correspondía en nada con la realidad. Lo único que el ejército ocupó en Lagunillas fueron 10 fusiles, un cañón antitanque, unos 3 mil o 4 mil proyectiles de 30.06 y un poco de dinamita.

RECORRIDO POR LA CIUDAD

Al tercer día de su detención, Felipe Oscar Quintana (Capitán Ñico), fue sacado del calabozo y esposado lo montaron en un automóvil en el que iban el capitán Jesús Sosa Blanco, el chofer y dos escoltas. Lo llevaron a la ciudad de Pinar del Río para que dijera quién y dónde le entregaron el jeep y los contactos del Movimiento, a cambio de ponerlo en libertad.

Felipe contestó que no era de Pinar del Río y por tanto no conocía las calles, además que había venido directo de Artemisa, porque le dijeron que habían alzados y quería unírseles. Al dar el auto varios rodeos dentro de la ciudad y ante la negativa a cada pregunta, Sosa Blanco se puso como una fiera y le dijo: “Esta noche les voy a partir la vida a los tres”.

De vuelta al calabozo del cuartel de Guane, Felipe explicó lo ocurrido a sus compañeros Alberto Hernández Gibernau y Miguel Martínez y los tres se recostaron a esperar la madrugada (7).

Continuará…

Notas:

  1. Evaristo Venereo González, se infiltró en el grupo que vino desde México haciéndose pasar por Juanito “El Mexicano”. Participó en la Guerra Civil Española, pero después ingresó en los grupos gansteriles de La Habana, dirigidos por Rolando Masferrer. Se le achacaba más de un asesinato. Perteneció a la policía universitaria. En el libro “Tras la huella del exilio”, escrito por Alfonso Gálvez, ediciones Ruth, se dice textualmente: “A finales de julio de 1958 es descubierto por el incipiente aparato de inteligencia del Ejército Rebelde en las estribaciones de la Sierra Maestra, Evaristo Venereo González y a través de sus confesiones se pudo conocer que había sido reclutado por el Servicio de Inteligencia Militar de Batista (SIM) con la misión de mantener informado al SIM de la expedición de El Corojo y de asesinar a Fidel Castro en la Sierra Maestra. También declaró que el teniente coronel Nicolás Cartaya Gómez, agregado naval de la embajada cubana en México lo atendía y que por la importancia de esta misión Orlando Piedra Negueruela (jefe del SIM) se personó en México, para el pago de $10,000.00 por este servicio. Finalmente, Evaristo Venereo González fue sentenciado por un Tribunal Rebelde a la pena máxima, la que fue cumplida el 12 de agosto en 1958”.
  2. Autobiografía de Francisco González Álvarez (Pancho), en el archivo del autor.
  3.  Ramón Martínez López (Chito Carmona) perteneció al grupo guerrillero dirigido por Roberto Amarán Mamposo, que operó en la zona de Quemados de Pineda, actual municipio de Minas de Matahambre y posteriormente al Destacamento Guerrillero “Ormani Arenado”, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en la zona de Sumidero, donde terminó la guerra.
  4.  Testimonio de Felipe O. Quintana, en el archivo del autor.
  5.  Cobraban mensualmente 33 pesos con 33 centavos. El pueblo les decía “chivatos”.
  6. Autobiografía de Pancho González, en el archivo del autor.
  7. Testimonio de Felipe O. Quintana, en el archivo del autor.

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Pedro Abreu Mujica
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