Para Elio Jesús Crespo Madera, la Física es mucho más que una ciencia: es el lenguaje del universo y la narrativa de nuestra vida diaria. Esa filosofía es la que ha querido inculcar a sus alumnos, durante casi medio siglo como profesor.
Su experiencia docente, que comenzó apenas con 16 años, deviene un viaje de pasión, curiosidad y muchísima fe en el poder de la enseñanza; hoy, desde la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca”.
“La Física es una ciencia natural y exacta. Y desgraciadamente, con los años de experiencia, he descubierto lo feo y lo desagradable de la repetida frase que dice: esta ciencia te agota la paciencia. Sin embargo, aprendí que si uno tuvo malos profesores de esa materia, ni te llega a gustar, y mucho menos querrás enseñar Física”, asegura.
“Y yo tuve buenos maestros de la asignatura en la primaria –continúa contando- cuando estudiaba en la escuela Frank País y recuerdo mucho a uno de ellos, muy bueno, Jacinto, quien me arrastró a que yo fuera su monitor en aquella época y me familiaricé mucho con la Física experimental, que es lo que más me gusta”.
Esa chispa, encendida por un maestro de la primera enseñanza, creció de tal manera que, aún adolescente, comenzó un camino marcado por el deseo de compartir conocimiento.
“Cuando estoy en décimo grado, la revolución solicita a jóvenes que se incorporaran al destacamento pedagógico. Se había disparado mucho la matrícula, se habían construido escuelas en el campo, en Guane y en Sandino y entonces decidí unirme para enseñar Física, porque esa asignatura me tenía muy motivado y quería enseñarla”, rememora.
Así comenzó una trayectoria que lo llevó primero a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Provincial, donde encontró la oportunidad de unir el deporte con la Física, o sea, de aplicar la teoría a la práctica, preguntándose el porqué detrás de cada movimiento atlético.


“Empecé a aplicar mis conocimientos de Física, a preguntarme por qué funciona el lanzamiento de la jabalina, por qué se puede batear más rápido, por qué el pitcher tiene que tener ese gesto técnico… Ahí fueron mis primeras experiencias aplicando la Física al deporte. Y como yo estaba practicando kárate, entonces lo aplicaba también a esa disciplina”.
Su salto a la universidad pinareña, en 1983, amplió su horizonte. Descubrió que la ingeniería forestal, la agronomía o la geología eran también Física aplicada; una confirmación de que su objeto de estudio lo abarca todo.
“La Física es todo. Fue llamada filosofía de la naturaleza por algo, por alguna razón. Y luego se fue soltando de muchos conocimientos y formaron muchas ciencias, la agrofísica, la química física, la astrofísica… y la Física es la vida”.
Para el profesor Crespo, el éxito de la enseñanza dista de aplicar complejos manuales de pedagogía; por el contrario, recae en el dominio profundo de la materia y en la capacidad de vincularla con la vida misma. Así, considera, la didáctica surge de forma natural, orgánica, en la conexión con el estudiante.
“Lo más importante para enseñar Física es tener conocimientos de Física; es decir, si yo quiero que tú aprendas de mí las leyes de Newton, tengo que familiarizarme acerca de qué significan esas leyes, qué representaron en su momento histórico, y además, la vinculación con la vida es muy importante”.
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Su método es sencillo: despertar la misma curiosidad que a él lo movió. Va contra la idea de la Física como una sucesión de problemas y aboga por una enseñanza que maraville desde la belleza del mundo.
“El profesor de Física tiene que saber el porqué de la física, por qué está en todas partes. Y eso lo obliga a tener siempre la interrogante de por qué, por qué, por qué… Él tiene que llevar al estudiante a saber para qué le es útil la Física, cómo pudo explicar eso, por qué puede caminar, por qué puede tragar, por qué puede respirar……Tiene que enseñar lo bello de la Física”.
Esta filosofía lo lleva a ver la termodinámica en la cocina y la acústica en la sala de su casa. Para él, no se trata de aplicar la Física a todo, sino de que todo, inherentemente, es Física.
Una pasión así, que consume horas y espacio mental, requiere el apoyo de un pilar fundamental: la familia. El profesor Crespo reconoce con gratitud el entendimiento de los suyos ante sus largas horas de estudio y experimentación.
“La familia, tiene que aceptar cuando uno se encierra en el cuarto a estudiar, a preparar clases; y tienen que interrumpirte hasta para llamarte a almorzar porque uno está concentrado en la Física, y es así, pero bueno, la familia lo acepta porque quieren que uno también salga adelante y le quede bien su trabajo”.
Después de 47 años en el magisterio, la chispa continúa avivándose con el asombro de cada nuevo estudiante ante la explicación de un fenómeno cotidiano. Su mayor logro es lo que lega a los alumnos.
“Para mí el mayor premio es ver que los alumnos de antes hoy son grandes profesionales que aportan a la sociedad…eso no tiene precio”.
Elio Crespo Madera es un hombre que, con 65 años, se escucha con la energía de un adolescente; un físico que nos enseña que el universo, en toda su complejidad, puede entenderse tras una simple y poderosa pregunta, ¿por qué?
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