Indisciplinas sociales en adolescentes y jóvenes: ¿cosas de muchachos o síntomas de un mal mayor?

Existe un fenómeno que reclama atención urgente: las malas conductas en niños, adolescentes y jóvenes. 

Cuba culmina hoy el Segundo Ejercicio Nacional de Enfrentamiento al Delito y las Ilegalidades, una iniciativa que insiste con más fuerza en la movilización de instituciones y ciudadanos para combatir flagelos como la corrupción, el robo de recursos estatales o la especulación en sectores sensibles.

Sin duda, el propósito es necesario en un contexto económico complejo pues, estas problemáticas son síntomas de un deterioro que amenaza la estabilidad ciudadana.

Pero, si bien es cierto que la prioridad recae en asuntos como los expuestos, existe un fenómeno que reclama atención urgente: las malas conductas en niños, adolescentes y jóvenes, cuyas implicaciones podrían socavar el futuro mismo de la nación. 

Ausentismo escolar, consumo de alcohol en espacios públicos, uso de sustancias ilegales… constituyen prácticas que evidencian un resquebrajamiento en los sistemas tradicionales de formación ciudadana.

Estudiantes que faltan a clases sin que familias o maestros sepan dónde están; grupos de menores que beben sin restricciones en parques y esquinas; jóvenes que manejan sin licencia de conducción violando normas de tránsito, mientras el consumo de drogas gana espacio últimamente.

¿Dónde quedan los valores cívicos que deben inculcarse en hogares y aulas? Más que una respuesta, urge enfatizar en el llamado a reconocer que la indisciplina a estas edades puede conducir luego a preocupaciones mayores. 

El problema no se reduce a la transgresión de normas. Estas conductas tienen consecuencias tangibles: el abandono de los estudios, los embarazos en la adolescencia, las adicciones tempranas y, en casos extremos, inserción en negocios ilícitos y fraudes.  

Un joven que hoy evade la escuela para ocupar su tiempo en negocios informales, podría mañana estar preso por delitos mayores. Una adolescente que consume alcohol o sustancias prohibidas en la calle, con total normalidad, está más expuesta a violencia de género o accidentes.

Si no actuamos, lo que hoy parece “cosa de muchachos” podrá convertirse en una crisis generacional. 

El Ejercicio Nacional contra el Delito es una oportunidad para priorizar este tema, pero el enfrentamiento debe ser sistemático. Cualquier medida implementada de forma circunstancial para enfrentar estos problemas es insuficiente, si no va acompañada de políticas educativas y culturales sostenidas.

La prevención requiere más que vigilancia: exige crear alternativas atractivas para una juventud que crece entre carencias y deseos; en tanto, la labor de las familias y las instituciones educativas debe estar más acompañada por los programas y políticas de gobierno en el país.

La solución no está en criminalizar a los jóvenes, sino en integrarlos. El futuro de Cuba depende de cómo asumamos este presente. Ellos son el porvenir y el reflejo de lo que hemos construido -o descuidado-  como sociedad.

Yohana Pérez Monrabal
Yohana Pérez Monrabal
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