‘Esta es tu casa, Fidel’: La promesa que perdura en Mantua

Una historia de lealtad al líder y a su Patria.

En el extremo noroccidental de Pinar del Río la memoria de Fidel sigue presente. Lucía Soledad Ajete Pola guarda con especial cariño el recuerdo de la visita del Comandante a esa tierra, y seis décadas después revive aquel instante con una claridad asombrosa.

“Un buen día se riega la bola en el pueblo de que el comandante venía a Mantua, y efectivamente vino. Cuando nos dijeron ahí está Fidel, salimos todos para allá. Yo tenía nueve años, lo recuerdo como si lo viviera ahora que lo estoy contando.

“Llegó a la sede de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), donde hoy radica el Comité Municipal de Partido Comunista de Cuba, allí nos reunimos muchas personas, él entró y nosotros permanecimos afuera.

“Cuando ya iba a salir, mi mamá le dijo a un militar: ‘¿Cómo yo no voy a ir a saludar al comandante?’ y fue, le dio un abrazo y la mano. Intercambiaron algunas palabras. El pueblo estaba contento, aquello fue muy lindo.”

Sus recuerdos son como brazas encendidas que mantienen viva la llama del amor y respeto hacia el gran timonel, quizás por eso desde sus primeros años, Soledad demostró que su nombre poco le hacía justicia. Nunca estuvo sola, le acompañaba una profunda fe en un mundo mejor. Una convicción que abrazó desde muy joven, gracias a aquel encuentro.

“A Fidel lo recuerdo, un hombre alto, vistoso, carismático, saludando a todo el mundo, muy alegre. Pero a la hora de apretarse el pantalón, se lo apretaba. A pesar de que ya hace unos años que falleció, el pueblo de Cuba lo sigue queriendo.”

Criada en una familia humilde, dedicada por completo a la lucha clandestina y a la Revolución, desde niña escuchó relatos sobre las gestas del gigante de la Sierra. Su familia apostó todo por el Comandante, con una lealtad inquebrantable, que ha trascendido el paso del tiempo.

“Nací en el seno de una familia comunista, entregada siempre al proceso revolucionario. Me casé con un mantuano que compartía mis ideales, era muy patriota y fidelista, lo fue hasta sus últimos días de existencia.

“Ahí, en casa de mis padres existe una plaquita en el portal, con los colores de la bandera del 26 de Julio, rojo y negro, y dice: ‘Esta es tu casa Fidel’. La vivienda se reparó porque se deterioró con el paso del tiempo, y la plaquita regresó a su lugar, donde permanecerá mientras uno de nosotros viva.”

Entre memorias y esperanzas, la voz de Soledad resuena como un eco de fidelidad al líder y a su Patria, demostrando con sus palabras y acciones que ella muere tal como vivió.

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