Mujeres y plantas medicinales: la farmacia de la manigua

Durante las guerras de independencia en Cuba, las mujeres jugaron un rol fundamental, curando heridos a través de una farmacopea de plantas oriundas.

La historia de las guerras por la independencia de Cuba suele centrarse en las figuras políticas y militares, dejando en un segundo plano aspectos cruciales como la medicina de campaña y los recursos para la supervivencia de las tropas.

Imagen tomada de Granma

Un capítulo particularmente olvidado, y con poca bibliografía divulgada, es el del uso estratégico de la medicina natural. Ante la escasez de fármacos, los mambises recurrieron al vasto conocimiento de las plantas medicinales autóctonas, un legado de sabiduría popular que se convirtió en un pilar para la asistencia sanitaria en la manigua.

Sobre el tema conversó el Máster en Ciencias de Medicina Natural y Tradicional, Carlos César Callava Couret en el programa Rumbos, quien dedicó un espacio a revelar esta fascinante conexión.

La organización sanitaria y el rol de la mujer mambisa

Callava explicó que poco después del estallido del 10 de octubre de 1868 ya se elaboraban proyectos para un cuerpo de sanidad. En la Guerra del 95, este servicio se perfeccionó con la creación de las prefecturas y subprefecturas, una suerte de precursoras de las actuales Zonas de Defensa. En estos espacios no solo se atendía a la población, sino que se creaban farmacias en los cuerpos de ejército y se cultivaban y aprovechaban las plantas medicinales autóctonas.

Fueron las mujeres mambisas quienes, en muchos casos, lideraron esta labor sanitaria. Ejemplos como Rosa la Bayamesa, quien tenía un hospital de sangre y usaba mezclas de miel, cebolla, orégano y manzanilla para limpiar heridas, o Mercedes Sirvén, farmacéutica graduada que alcanzó el grado de Comandante, demuestran su invaluable contribución.

Plantas medicinales: la farmacia de la manigua

El profesor detalló una extensa lista de plantas que se utilizaban para suplir la falta de medicamentos. La aguedita reemplazaba la quinina para la fiebre; la guayaba y el llantén, para las diarreas y las enfermedades de la piel; el polvo de café y tabaco para curar heridas en combinación con el yodoformo; y la yagruma para el asma. Otras como la guásima, el mango y la guanábana eran usadas para afecciones respiratorias.

Asimismo, el experto mencionó recursos como la miel de abeja mezclada con agua (la canchánchara), empleados por el mismísimo Antonio Maceo para curar sus heridas. La flor de la ceiba servía como sustituto del algodón. Estos conocimientos no eran improvisados, sino que formaban parte de un profundo saber tradicional.

Isabel Rubio y las pinareñas en la lucha

Callava puso especial énfasis en las patriotas pinareñas. Destacó a Isabel Rubio, perteneciente a una familia ilustrada y liberal de Guane que poseía conocimientos farmacéuticos y médicos. Con un nivel de instrucción poco común para las mujeres de su época, viajó incluso a Cayo Hueso en los preparativos de la guerra, ganándose un prestigio que llegó a oídos del Titán de Bronce.

Cuando el General Antonio Maceo llegó a Pinar del Río, la buscó expresamente y le confirió el grado de Capitana de Sanidad. A pesar de contar ya con alrededor de 60 años, una edad avanzada para los rigores de la manigua, Isabel no dudó.

Tras el incendio de Guane, abandonó su hogar y comodidades, y se internó en la manigua junto a sus nietos y un empleado de la farmacia familiar. Inició entonces un largo y penoso peregrinar por el sur de la provincia, estableciendo hospitales de sangre y curando a heridos y enfermos con los recursos que tenía a mano, principalmente plantas medicinales.

Su final fue trágico y heroico: bajo el feroz asedio de la reconcentración de Weyler, su campamento en Ceboruco, San Diego de los Baños, fue masacrado. Isabel fue herida en una pierna, trasladada a Pinar del Río sin permitírsele una atención médica adecuada, y falleció el 15 de febrero de 1898 en el hospital civil, el mismo edificio que hoy alberga el instituto preuniversitario que lleva su nombre.

Mujeres, guerras de independencia y plantas medicinales.
Isabel Rubio Díaz. Imagen tomada de Internet

Otra pinareña de temple excepcional fue Adela Azcuy, natural de Viñales. Se cree que fue una de las primeras mujeres en incorporarse a la Guerra del 95, uniéndose a la tropa en febrero de 1896. Lo notable de Adela es que llegaba a la lucha perfectamente preparada: sabía manejar las armas, montar a caballo y poseía conocimientos de medicina y farmacia adquiridos durante sus estudios en La Habana.

Su labor fue multifacética: atendió hospitales de sangre, fue abanderada, mensajera y confeccionó uniformes. Culminó la guerra con el grado de Capitana y combatió directamente en la tropa de Antonio Maceo, demostrando que el valor y la capacidad no tenían género.

Mujeres, guerras de independencia y plantas medicinales.
Adela Azcuy. Imagen de Internet.

Desde el ámbito de la organización política y la diplomacia, Magdalena Peñarredonda, oriunda de Consolación del Sur, dejó una huella imborrable. Fue delegada en la Junta Revolucionaria de Nueva York durante la Guerra de los Diez Años y, posteriormente, delegada al Partido Revolucionario Cubano en la contienda del 95.

Su firmeza y liderazgo eran tales que sus colaboradores le daban el trato de «Generala», un título ganado a pulso en el difícil mundo de la recaudación de fondos y la propaganda independentista en el exilio.

Mujeres, guerras de independencia y plantas medicinales.
Magdalena Peñarredonda. Imagen tomada de Internet.

También sobresale Luz Noriega, quien formó parte de la columna de Maceo durante toda la invasión y campaña de Occidente. Su valor en el campo de batalla era tan impresionante que causó la admiración del propio Lugarteniente General, quien, tras verla pelear, no dudó en llamarla «la reina de Cuba». Su ejemplo sirvió de inspiración para todos los mambises que luchaban a su lado.

Estas mujeres, y muchas otras cuyos nombres la historia, aun, no ha registrado, representan el coraje de un pueblo. No solo fueron «apoyo», sino sanadoras, combatientes, estrategas y líderes. Su legado es una parte fundamental de la historia pinareña y un testimonio eterno de que la lucha por la independencia de Cuba también se escribió con manos de mujer.

Si desea descubrir todos los detalles sobre las plantas, las anécdotas de Martí en su diario de campaña y las heroínas de nuestra independencia, le invitamos a escuchar el audio completo de la sección «La Solución Natural» en el programa Rumbos:

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